jueves, 3 de agosto de 2017

En el Camino: 25ª etapa: Póvoa de Varzim-Barcelos

Salgo solo desde Póvoa de Varzim, caminando por una vez hacia el sol, hacia el interior, sabiendo que a partir de ahora será difícil encontrar algún momento de soledad. La ciudad va dejando paso a pequeños maizales y viñedos, vaquerías, caminos empedrados, bosques de robles. En medio de un valle con huertas aparece São Pedro de Rates, un pueblo de casas bajas y de piedra, muy limpio, con una iglesia típicamente románica por fuera y por dentro. Hay después un tramo peligroso por una carretera estrecha, con más huertas a los lados. He pasado del distrito de Oporto al de Braga. Entro en una capilla con torre que tiene todos los muebles revueltos, como si acabaran de asaltarla. La Virgen mira al suelo encaramada en un banco de madera ladeado. Los albañiles están haciendo reformas. En un cruce encuentro a una alemana que duda sobre las indicaciones de las flechas. Me habla español, es profesora de español en un instituto de su país. Caminamos entre maizales y pueblos que son el mismo pueblo hasta llegar a las calles de Barcelinhos, que sólo está separado de Barcelos por el ancho río Cávado.



-----------------------------------------------------------------------------------------

En Barcelinhos ya hay albergues, y restaurantes con menú del peregrino. Mientras como me fijo en un detalle de la pared: hay enmarcadas varias credenciales completas, y recortes de periódico con la historia de un peregrino que caminó 107 mil kilómetros. El dueño del bar es un hombre regordete y simpático que me habla de fútbol y después me cuenta la historia de este peregrino. Es un gaditano con más de 70 años que hace casi 20 sobrevivió a un naufragio en Noruega. Murieron 13 marineros, y él fue rescatado de las aguas heladas después de muchas horas, con hipotermia. Se mantuvo a flote sobre dos cadáveres de los que habían sido sus compañeros. Estuvo dos años en silla de ruedas, y durante dos años más tuvo que caminar con muletas. Los médicos le habían dicho que no podría volver a andar con normalidad. Cuando tuvo fuerzas, se prometió visitar todos los lugares santos de Europa y del mundo, y desde entonces ha caminado constantemente, por todos los continentes y en todas las circunstancias. Gastó todo su dinero en sus viajes y desde entonces viaja con lo que encuentra. Fue recibido hace poco por el papa Francisco. Lleva cien mil kilómetros caminados, y ahora está viajando a Santiago por última vez para regresar definitivamente a su casa. El dueño del bar me habla con devoción del que es su amigo, y también su mujer, que se ha sumado a la conversación. Es una historia que apabulla un poco. Y yo que pensaba que mi peregrinación era larga.

-------------------------------------------------------------------------------------------

Barcelos es una ciudad bonita, cuidada, limpia, turística. Tiene varias iglesias de piedra, románicas, un museo al aire libre con los restos de un palacio de piedra en una elevación sobre el río. En un parque hay alineados muchos estandartes con motivos religiosos y los nombres de las pedanías de Barcelos, preparados para las fiestas que empezarán en breve. Mis amigos italianos han ido a una misa en la iglesia de São Francisco, que está alejada del centro. Cruzo las calles comerciales que están llenas de turistas tranquilos, muchos españoles. Llego cuando está acabando la misa, y me coloco en las últimas filas, porque la iglesia está llena de gente. Una mujer que se mueve muy ligero y cuyo aliento huele demasiado a tabaco me dice que la siga y me conduce hasta las primeras filas. No sé cómo, me veo frente al altar, con los tres italianos, delante de todo el mundo, y el sacerdote nos bendice echándonos agua con el hisopo. Acaba la misa, la gente empieza a irse, aparecen varios monjes franciscanos con su hábito. Pasamos a la sacristía, nos regalan unas piedras y unas conchas con la cruz de Santiago dibujada, nos explican historias del Camino, nos desean suerte en la vida y nos despiden con un abrazo. Después de esto, sentados en la terraza del albergue, con más italianos y alguna americana, ya sólo nos queda acabar la botella de tinto entre discusiones teológicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario